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Antes que nada, vamos a
intentar expresar a qué alude la idea de cambio climático: <<Variación
del clima del planeta Tierra generada por la acción del ser humano. Este cambio
climático es producido por el proceso conocido como efecto invernadero, que
provoca el llamado calentamiento global.>> Bien, el cambio climático
constituye la mayor amenaza medioambiental a la que se enfrenta la humanidad.
Si no reducimos drásticamente la dependencia de los combustibles fósiles y las emisiones
de gases de efecto invernadero fracasaremos. La temperatura media del planeta
ha aumentado desde la época preindustrial, en los últimos años se ha dado el
quinquenio más cálido jamás registrado y la tasa de subida del nivel del mar ha
ascendido a 5 mm por año en el quinquenio 2014-2019.
Ahora bien, ¿qué ha sucedido a
favor del medio ambiente desde que estamos confinados por el COVID-19? En
España concretamente la demanda de combustibles para automoción ha caído en un
70% tras la parada de actividades no esenciales. La de carburantes para la
aviación en un 80%. La demanda eléctrica un 25%. En cualquier caso, si
recordamos que las emisiones de CO2 del
sector del transporte son un 27% del total, y las del sector eléctrico
aproximadamente un 25%, estos cambios supondrían una reducción de un 25% en las
emisiones de CO2 en España. Es decir, a pesar
de las duras condiciones actuales la reducción de CO2 solo
ha sido de un 25%. No obstante ¿qué podemos aprovechar de esta crisis para el
impulso que se necesita? Pues invertir en <<eficiencia energética, en
renovables, en cambios urbanísticos o en procesos industriales más limpios. En
general, cambiar nuestro modelo de desarrollo económico hacia otro menos
dependiente del consumo energético y de materiales.>>
Fuente: Pulsa aquí.
Como se suele decir: No hay
mal que por bien no venga. La crisis sanitaria del coronavirus –debido al
confinamiento– ha destapado que si nos lo propusiéramos podríamos acabar con la
amenaza del cambio climático. Sin embargo, nuestra memoria es débil. Es MUY
probable que –tras la reclusión– pronto olvidemos el perjuicio de los viajes en
avión o del uso excesivo del vehículo privado en materia de contaminación. Habrá
un repunte en los viajes de ocio que vendrá ayudado por los bajos precios del
petróleo. Sin duda –tras esto– hacen falta políticas efectivas que consoliden
los cambios de comportamiento. En la exigencia de la ciudadanía –en la
concienciación posterior– puede estar la solución.
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